Sentí entonces que moría,
el tiempo en un sólo instante
y a gritos desesperados,
enloquecí sin mirarte.
Si hubiera mirado, acaso,
el hombre que allí quedaba,
hubiera visto en sus ojos,
el fuego de tu mirada.
Me cegó aquel silencio
con el que tú me aguardabas
e interpreté mal el hecho,
por no mirarte a la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario